En su intento por llegar a su querido planeta con su estimada flor después de haber pasado unos días en el desierto, el Principito fue a parar a una isla llamada Isla Tortuga. Era un lugar muy cálido con palmeras y arena blanca. Quería llegar a casa pero no le funcionó bien; el Principito necesitaba una estrella para que le llevara. La buscó insistentemente por toda la isla, pero allí no había ninguna; lo único que encontró fue al habitante de aquel lugar tumbado en una especie de hamaca; se llevaba a la boca una botella y tragaba y tragaba. Tenía el pelo estropajoso, negro y sucio. – Otro borracho- pensó el Principito.
Cuando aquel personaje le vio, saltó enseguida de la hamaca y le examinó rodeándole como un buitre. Andaba como si estuviera en suspensión, flotando en el aire todo él.
- Buenos días - dijo el Principito
- Hola – dijo él
- ¿Qué haces?
- Esperar
- ¿Esperar el qué?
- ¿Tu como has llegado hasta aquí? ¿Tienes un barco?
- Vine volando y me extravié ¿Y a qué esperas? ¿Me dibujas una estrella?
- ¿Cómo que volando? ¿Con qué? Oye niño ¿donde está tu nave?
- Toma papel y lápiz; que sea grande que me queda todavía mucho viaje por recorrer. ¿ A qué esperas?
- ¡¡Eh niño!! ¿Qué estas diciendo?
- ¿Me dibujas una estrella para que pueda verla hecha realidad?
- - A ver si lo he entendido… el dibujo se hace real si… ¿No preferirás un barco?¿Has visto alguno? Si quieres te lo dibujo. Ten, toma.
Demasiado tarde, nuestro Principito se ha ido con una estrella fugaz, ha visto mucha gente rara en su viaje...
Esta vez llegará a casa.
En un lugar de la línea del tiempo
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